El duelo en pandemia

Revista Diners . Por Andrea Domínguez

La llegada del COVID-19 cambió la manera de vivir las pérdidas. Un médico, una coach y una madre conversaron con Diners para intentar dar luces en medio de este difícil proceso

La pandemia transformó nuestra manera de traba – jar, estudiar y socializar. También cambió la for – ma de atravesar los due – los o, al menos, una par – te de este proceso. Dada la imposibilidad de reunirnos físicamente, los funerales y las ceremonias religiosas se volvieron virtuales y las aglomeraciones de gente vestida de negro y dando pésames tomaron otros visos.

El COVID-19, adicionalmente, ha hecho que, de alguna manera, todos vivamos algún tipo de duelo: muchos han perdido a seres queridos; otros, empleos o empresas, ascen – sos, viajes, relaciones. Pero absolutamente todos perdimos algo, así fuera tan solo la for – ma de vida que teníamos antes de que el co – ronavirus irrumpiera en nuestros pulmones.

¿Cómo hemos vivido los duelos en esta pandemia y cómo podemos afrontarlos de una mejor manera, independientemente de la situación local o mundial que atrave – semos? Tres personas que trabajan con el duelo, por diferentes motivos, le explican a Diners cómo lo han hecho.

 

INTIMIDAD VIRTUAL

Luz Estela Osorio es una ingeniera civil que está cercana a la jubilación. En abril de 2020, durante el primer pico del coronavi – rus, perdió a Felipe, su hijo menor, tras cua – tro años de lucha para superar un cáncer. Felipe fue un niño feliz, consentido e inquieto. Luego de una infancia y juventud llenas de naturaleza, deporte y amigos, le encontraron un tumor en su pierna. Y después de cuatro años de procedimientos, tratamientos y cirugías, falleció.

Ahí empezamos a hacer una novena cada noche; comenzamos con una meditación, la noche siguiente con una oración, una noche después compartimos anécdotas. En fin, fue una cadena grande de amigos y familiares para recordar las enseñanzas de Pipe”, recuerda Luz Estela.

El día de su funeral virtual sus amigos planearon un encuentro en el que hubo quinientas conexiones, y otras tantas que quedaron por fuera, pues no cabían en la sala virtual. “Por su enfermedad, Pipe se rezagó en algunas materias de la universi – dad, de manera que hacía amigos en todos los semestres. Ese día se conectó mucha gente y hubo unos homenajes muy lindos. Ahí empezamos a hacer una novena cada noche; comenzamos con una meditación, la noche siguiente con una oración, una noche después compartimos anécdotas. En fin, fue una cadena grande de amigos y familiares para recordar las enseñanzas de Pipe”, recuerda Luz Estela. 

Sentir el impacto que había tenido la corta pero intensa existencia de su hijo en la vida de otros la reconfortó, pero por supuesto, no alivió el dolor de mamá, que entonces comenzó a andar los caminos del duelo. “A veces dudo si estaré haciendo el duelo”, dice con sinceridad. Pero ha encontra – do formas de lidiar con el dolor: honrar la vida de Pipe sintiéndolo con amor en lugar de recordarlo con lamentaciones; reencon – trarse con los amigos de él, porque “verlos es como verlo a él en ellos”, y encontrar sentido en un propósito superior: ayudar a otros pacientes de cáncer que tienen esca – sos recursos económicos para hacerles un poco más llevadero el tratamiento. 

Para ello realiza a mano unos angelitos bautizados Anjelipes –con jota, porque Fe – lipe bromeaba con que su nombre real era Jelipe – que les regala a los pacientes onco – lógicos como símbolo de fortaleza y pro – tección y también los vende para recaudar fondos que la clínica administra con el pro – pósito de ofrecer transporte y alimentación a los pacientes que van a quimioterapia y no tienen recursos. Además, Luz Estela siente que de alguna manera las restricciones que impuso la pandemia han actuado a su favor: no está el compromiso social de tener que acep – tar una determinada compañía, porque se impone el distanciamiento social. “Para mí ha sido bueno estar solo con aquellas personas que me generan un sentimiento positivo, porque cuando alguien viene con cara de pesar o de pobrecita, realmente no quiero estar ahí”.

UN CAMINO INELUDIBLE

Un duelo sigue siendo un duelo y, sobre ese aspecto, la pandemia no tiene poder. Es un camino que hay que recorrer, no tiene fórmulas mágicas y solo puede ser vivido por cada persona que lo atraviesa. Silvia Trujillo es experta en el tema. La muerte de su bebé Elisa, quien nació pre – matura y al cabo de unos días falleció, la llevó a transformar su vida para dejar de ser una alta ejecutiva y prepararse para acompañar a otros en sus duelos. “Pocos días después tuve una crisis por – que me había quedado sola en la casa, tuve que levantarme para limpiarme la herida de la cesárea y estaba furiosa por eso. Esta crisis me llevó a un ataque de llanto y gri – tos que me permitió, por primera vez, sa – car todo lo que tenía guardado”, dice Silvia, autora del libro Renaciendo al dolor. En ese momento, Silvia empezó a preguntarse qué opciones tenía frente a lo que

estaba viviendo y percibió algo liberador: su dolor, por fuerte que fuera, no era una condena. “Descubrí que podía elegir: podía no volver a pararme de la cama, y esto era válido porque estaba viviendo algo horrible; podía bañarme, dejar a un lado lo que me pasó e ir a trabajar porque tenía una vida que me esperaba, o podía seguir haciendo lo que acababa de hacer, que era permitirme sentir el dolor, expresarlo y liberarlo”.

Entonces se preguntó de qué manera honraba más el paso de Elisa por su vida y cómo se honraba más ella misma como persona. Descubrió que la tercera opción era la mejor. “Desde ese día y hasta hoy, justo antes de esta entrevista, me repito esa pregunta. Hay días en los que me permito diferentes respuestas, a veces decido botarme a llorar en el piso y otras irme a trabajar sin ser tan consciente, pero puedo elegir. La mayor parte del tiempo me doy la respuesta de permitirme sentir mis emociones, reconocerlas y preguntarme cómo quiero vivir”.

Según Silvia, la gente muchas veces evde el duelo a través de dos mecanismos: la victimización o la negación. En el primer caso, las personas se sumen en la tristeza y en cuestionamientos como “por qué a mí”, “es injusto” y “si yo hubiera hecho”; en el segundo, se refugian en las ocupaciones, deciden hacerse las fuertes y enterrar las emociones bajo la piel. La opción alternativa es atravesar el dolor “que suena al peor plan del mundo, pero es la única forma de encontrar paz interior. Aceptar el dolor, sentirlo, no negarlo y no quedarse ahí. El dolor al final es agradecido, porque cuando te sientas un rato con él y le pones cuidado, se va. Si no lo escuchas, pa – talea y rompe los vidrios de la casa, porque pide tu atención. El dolor se vuelve como un nuevo faro de luz, un nuevo Waze para que recalcules tu ruta y pienses por qué haces lo que estás haciendo”.

EL CAOS QUE VEMOS FUERA ES EL CAOS QUE LLEVAMOS DENTRO

Otro experto en duelo, el médico Jorge Gómez Calle, sugiere también seguir por el camino que denomina de autoconocimiento profundo, un camino que no tiene fases ni tiempos y que es absolutamente personal. Para él, frases como “sé fuerte”, “el tiempo todo lo cura”, “ocúpate para no pensar”, “no llores que no lo dejas ir” ilus – tran las concepciones erróneas que tene – mos en sociedad de cómo vivir un duelo. “Con frecuencia nos dicen que hay que dejar ir el sentimiento, por ejemplo, pero en realidad hay que dejarlo llegar. No sirve de nada hacernos los valientes, hay que rendirse, aceptar que duele, no hacer un esfuerzo por tener una determinada línea de conducta, no hay que pelear con el llanto. El duelo es un proceso de interio – rización doloroso, y lo mejor es meterse a lo más profundo de tu ser, un proceso espiritual”, asegura.

A escala colectiva, explica Jorge, la pan – demia nos conectó con cuatro grandes miedos ancestrales que compartimos los seres humanos: a la muerte, a la pobreza, a perder la razón y a la enfermedad. “Vernos enfrentados a ellos nos ha generado una gran ansiedad y esto, en un ser humano ya golpeado por un sistema de pensamiento antihumano, hizo explotar una sensación de cambio. Entonces, este duelo, si lo sabemos manejar a escala individual, puede ser positivo. Pero en el ámbito personal ,la guerra que vemos afuera corresponde a una manifestación de las guerras internas. No se trata tanto de cambiar un sistema político, siempre llegará uno más; nos falta interiorizar y escuchar con compasión, dar – nos cuenta de que somos la suma de todos. Lo que vemos afuera, en realidad, son las luchas del desespero individual”.

Según el médico, que pasó unos años junto a los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, hay una expresión de esas comunidades que lo impactó mucho. “Ellos dicen que hay que aprender a cam – biar de ritmo, a dejar que el corazón dirija el ritmo del cerebro y esto nos permite es – cuchar al otro, desacelerar, unirnos por la vida a pesar de nuestros desacuerdos; ser biocéntricos en lugar de antropocéntricos, es decir, poner lo sagrado de la vida en el centro de nuestra existencia”. 

HERRAMIENTAS PARA EL CAMINO

SILVIA TRUJILLO

• Es útil ponerles nombre a las emociones que sentimos: felicidad, tristeza, rabia. No es lo mismo culpa que nostalgia y hay formas diferentes de liberar cada una de ellas. Por ejemplo, frente a la culpa podemos expresar perdón.

•Identificar la tendencia que tenemos frente al duelo: ¿me victimizo o me evado? Si me victimizo necesito buscar maneras de empoderarme; si me evado, tal vez deba permitirme sentir el dolor.

•No comparar ni clasificar dolores: solo quien lo siente sabe lo intenso de su dolor.

•Diferenciar dolor de sufrimiento. En el sufrimiento hay recriminación, reclamos, culpabilizaciones y una tendencia a rumiar la pena.

•No tener afán: cada duelo precisa sus propios tiempos. Para los griegos había dos tiempos, cronos y kairos. El tiempo del duelo, el kairos, no es lineal, no sabe – mos cuánto dura. Obviamente, si una persona tiene dificultades serias para alimentarse o cumplir sus necesidades básicas, requie – re una intervención más fuerte. •Buscar ayuda.

JORGE CALLE

•Llevar un diario de gratitud en el que anote un par de cosas por las cuales da gracias todos los días.

•Adelantar un diario de anécdo – tas que rompa el ciclo de lamentación: recordar los aspectos de vida de la persona ausente: con – taba chistes, le gustaba comer helados, etcétera.

•Guardar 20 minutos de silencio cada día, mermar todo el ruido mental.

•Mover el cuerpo para no quedarse dándole vueltas a la cabeza. También ayuda el cambiar de ambiente.

•Cuidar el cuerpo: comer bien, dormir, descansar, porque el duelo es un estado de estrés y empeora los niveles de azúcar, adrenalina, cortisol.

•Orar, independientemente de la religión que se practique.

•Darse tiempo, recordar que el duelo no es solo elaborar la pérdida de otro o de algo en nuestra vida, sino de uno mismo.

LUZ ESTELA OSORIO

•Hay tres palabras claves en el duelo: decisión, porque siempre está en mis manos decidir cómo vivirlo; amor, porque sigo sintien – do amor por mi hijo, y esperanza, porque un día nos reuniremos.

•Pensar menos y amar más, estar más consciente del momento presente, maravillarme de la belleza de la naturaleza, disfrutar las cosas sencillas. Honrar a mi hijo con lo que a él le gustaba hacer y con lo que él disfrutaba.

•Cuidar el cuerpo.

•No aceptar recomendaciones tóxicas: lamentos, falta de esperanza; no somos mártires.

•Aprovechar que la pandemia nos permite ser selectivos: estar con quienes nos aporten, así sea con silencio.

•Ni vivir a mil ni estar inmóvil. No me gusta estar quieta, pero estoy jubilándome para vivir mi vida de otra manera ahora y te – ner más tiempo para cuidarme y hacer cosas por otros.

•Seguir sintiendo amor por los seres que hemos perdido. Y agradecer lo que pudimos vivir con ellos, sin lamentaciones.

•Dejarse ayudar, buscar terapias de diferente índole.

•Buscar un propósito; en mi caso han sido los Anjelipes, para ayudar a pacientes oncológicos de bajos recursos.

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