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La rabia y el dolor
Sanar, en mi opinión es el término más apropiado cuando se trata de duelo. Nosotros, como seres humanos, no «superamos» ni nos «recuperamos» de nuestros duelos, sino que nos reconciliamos con ellos, los sanamos.
Con la sanación llega el reconocimiento total de la realidad de la pérdida. Más allá de un procesamiento cognitivo, también hay una integración emocional y espiritual. Lo que se había entendido a nivel de la cabeza ahora se entiende a nivel del corazón.
La energía y la confianza se van renovando, y las ganas de volver a involucrarnos en las actividades de la vida se despiertan. También hay una sabiduría más profunda sobre el hecho de que los dolores son partes difíciles, pero necesarias, de la vida.
A medida que la sanación se desarrolla con el tiempo, empezamos a reconocer que la vida es y seguirá siendo diferente sin la persona o lo que perdimos. Cambiar nuestra relación respecto a ellos de la presencia a los recuerdos, a honrrarlos y redirigir la energía e iniciativa hacia el futuro, toma tiempo, e implica trabajo interior.
La sanación no ocurre de manera espontánea. Es un proceso activo e intencional. Se alcanza a través de un duelo deliberado, consciente y auténtico: con las herramientas y recursos que le funcionan a cada quien. Esto puede incluir, pero no limitarse a, lo siguiente:
- hablarlo.
- llorarlo.
- escribirlo.
- pensarlo
- aislarse un poco
- pedir ayuda
- expresar artísticamente pintarlo (o esculpirlo, etc.).
- entre otros
Emprender el camino hacia la sanación requiere que atravesemos nuestro duelo en lugar de rodearlo.
Muchas veces me preguntan: «¿Cuánto dura el duelo?» La dura verdad es que el duelo es para siempre. Mientras amemos a la persona que murió, mientras anhelmos lo que tuvimos o quisimos tener, seguirá doliendo, a veces..
Como una herida grave pero sanada en nuestro cuerpo, siempre está ahí, pero ya no exige nuestra energía completa, ni atención diaria (o cada hora o minuto). Sí, el amor no termina pero si aprendemos a vivir a pesar de la ausencia. Por eso el duelo no se supera, sino que se sana