¿Qué (no )decirle a alguien en duelo?

Podemos tener las mejores intenciones cuando nos acercamos o encontramos a alguien que ha sufrido una pérdida, pero lamentablemente en temas de duelo, la intención no es lo que vale.

Podemos tener las mejores intenciones cuando nos acercamos o encontramos a alguien que ha sufrido una pérdida, pero lamentablemente en temas de duelo, la intención no es lo que vale. 

Me acuerdo de diferentes personas diciéndome cosas como estas: que menos mal mi hija era tan chiquita cuando se murió (¿?), que tranquila que todavía alcanzaba a tener más hijos (¡!)

También recuerdo a aquellas personas que con sólo verme querían salir corriendo para evitarme, y otras a las que terminaba consolando yo….. y claro, también recuerdo la fila de los “lo siento mucho” que pasaban como en cadena de producción y se sentían interminables, y a los cuales, honestamente no logro ponerles un tono de voz ni una cara en particular. 

No dudo que todas las anteriores se hayan hecho con buenas intenciones (si, todas incluyendo las más absurdas), pero esas intenciones no logran transmitir lo que necesitamos los dolientes: presencia, compasión y conexión. Y no culpo a ninguna de las personas que las dijeron, la verdad es que nunca nos enseñan cómo lidiar con el dolor, ni propio ni ajeno.

Siempre he dicho que la reacción de los demás a nuestro dolor, se trata más de sus propios dolores irresueltos, que de nosotros los dolientes. Sin embargo, comparto aquí algunas reflexiones para que empecemos a ser más asertivos con quienes están en duelo.

Los dolientes no queremos pesar, consejos,o soluciones. Y cuando los queremos, nosotros mismos los buscamos. Los dolientes necesitamos que nuestro dolor se reconozca, no que se agrande pero que tampoco se esconda. Necesitamos sentir que no estamos solos, que no somos raros, que a pesar de lo que nos pasó,  seguimos siendo personas.  Si quieren entonces demostrarle a alguien en dolor su presencia, compasión y conexión, los invito a considerar lo siguiente.

Mi principal recomendación es que si no sabemos qué decirle a alguien en dolor,  es mejor quedarnos callados. Un abrazo sincero en silencio, es más poderoso y transformador que mil palabras. Es más, decir “no se que decirte” es mejor que tratar de buscar frases de cajón o consuelos inventados u otras cosas que terminan saliendo muy desatinadas.

Por Silvia Trujillo

Especialista en duelos

Decir “lo siento mucho”, si bien garantiza una “etiqueta social” y salé “cómodamente” en automático, funciona a veces.  Si se usa indistintamente, termina por carecer de sentido, pues no llega al corazón. Está gastado…pierde poder de tanto uso,  y como mencioné anteriormente, para los dolientes es importante sentirse reconocidos tanto como personas, como en su dolor.

Por lo anterior, tomarse el tiempo de “personalizar” nuestras muestras de apoyo y cariño vale y vale mucho. Empecemos preguntándonos por la relación que tenemos con el doliente (íntimo, cercano, conocido, de toda la vida, del trabajo, etc.) y luego conectando con lo que honestamente queremos hacerle SENTIR: apoyo, empatía, solidaridad, alivio….

Como en todo en la vida, ser auténticos vale. Ponerle nuestro sello al acto o mensaje cambia por completo la experiencia del doliente. Una invitación, un mensaje personalizado, mandarle las cosas que sabemos que le gustan, un abrazo, ofrecerse a hacer pagos y vueltas….  Todas valen y créanme, quedan grabadas en el corazón roto con inmensa gratitud.

Oír más que hablar. Sobre todo en los primeros días, la mente de los dolientes sigue tratando de procesar lo que ha pasado, por eso no necesita consejos ni información. Ofrecerse a oír, o simplemente estar en silencio y hasta a llorar junt@s es más poderoso que cualquier cosa. Me acuerdo mucho de mi mejor amiga diciéndome: Escogí la mesa más tranquila del lugar para que podamos llorar en paz …no tuvo precio.

Hacer preguntas en lugar de afirmaciones o de dar recomendaciones. ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarte? La pregunta es maravillosa, en primer lugar porque invita a una conversación, a conectar; y en segundo lugar, porque abre posibilidades que mientras estamos en dolor no nos detenemos a pensar. Esta puede ir con un empujón adicional: te puedo ayudar con algo de la casa/los niños/los perros/el trabajo/los servicios/el mercado….. Los dolientes estamos en todo menos en las minucias de la cotidianidad, ofrecerse a aportar con estas cosas es un alivio.

Seguirlos tratando con humanidad. Con esto me refiero a que tendemos a irnos a dos extremos: o condenamos al doliente a la victimización eterna (¡¡pobrecit@!!), o pretendemos desaparecer lo que le pasó (hacer como si nada). La solución está en el medio: reconozco el dolor sin identificarlo 100% a la persona.

Espero que esto aporte algo para que entre todos, sigamos ayudándonos a transitar nuestros dolores, porque tarde o temprano, todos estaremos del otro lado del dolor y necesitaremos de otros que nos acompañen, reconozcan y nos ayuden a sanar.

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