Siempre he dicho que estar en duelo es como estar en una montaña rusa emocional y físicamente. Múltiples emociones, múltiples síntomas. Está la manifestación en el cuerpo, pero igual de importantes son los pensamientos que se generan. Sanar un dolor implica un trabajo integral.
Además de lo evidente, es decir, incorporar sanamente la experiencia dolorosa, un duelo implica aceptar el presente y también, revisar quienes estamos siendo. Nos invita a reflexionar sobre nuestros comportamientos, valores y prioridades, nos invita a cuestionar lo que pensamos y creemos.
En fin, nos invita a hacernos las preguntas más importantes de nuestra vida! preguntas que en tiempos de aparente calma o estabilidad no aparecen. Es por eso que así como son difíciles, los duelos son también muy transformadores.
En cada proceso que acompaño, aunque claramente trabajamos una pérdida en concreto, terminamos trabajando muchos otros temas más, terminamos realmente haciendo una reflexión integral de nuestra vida, ¡que poderosa oportunidad!
Sólo lo logramos cuando nos permitimos atravesar el dolor, cuando vamos más allá de nuestros propios pensamientos, cuando decidida y valientemente nos incomodamos un rato para descubrir todo el potencial que la experiencia genera en nuestra vida.
Por que al final, para cualquier tipo de pérdida lo que necesitamos es recordar que si bien no podemos cambiar lo que nos pasó, sí tenemos el poder de decidir quiénes queremos ser a raíz de ello, cómo queremos vivir el resto de nuestra vida.
Encontré que en términos académicos elegantes esto se puede denominar como «crecimiento inducido por el estrés» en este caso por el dolor.
Y es ahí, en nuestra capacidad de respuesta ante lo que sucede, no evitandolo ni vitctimizándonos, donde podemos encontrar, a partir de algo muy difícil y muy doloroso, un mayor bienestar general.
Digo podemos porque lamentablemente ni siempre, ni todos, optamos por esa posibilidad. Hacer un duelo integral requiere que pongamos mucho de nuestra parte, que nos conozcamos y que estemos dispuestos a revolvolvernos la mente y el alma… y eso es incómodo, y mucho.
Pero por mi propia experiencia y por los procesos que acompaño sé que así como es incómodo, es poderoso. En medio del duelo nos damos cuenta de nuestra capacidad para influir en la vida y en nuestro futuro, por medio de cada decisión que tomamos. Y nos vamos dando cuenta, que si bien no pudimos evitar el dolor o quiebre, si pudimos atravesar la adversidad y reajustar nuestra vida de manera independiente, lo que al final nos permitió crecer, y como suelo decir yo, caernos mejor a nosotros mismos.