Los que trabajamos acompañando procesos de duelo y de final de vida ofrecemos guía, orientación, información, recomendaciones y pasos a seguir.
Pero hay momentos, en que las palabras sobran, en que no hay respuestas que consuelen, en que simplemente el dolor domina el espacio
Recuerdo muchas veces en consulta, estar sentada con mis pacientes simplemente oyéndolos … Estando de acuerdo con sus quejas, conectado con su rabia, viéndolos llorar, quedarse en silencio, verlos consumidos por el dolor.
Nunca he tenido que preguntarme qué les digo? porque creo que lo poderoso del espacio es estar ahí para ellos… dejarlos ser en su dolor, sea como sea que se presente: evidenciarlo, darles mi total atención y presencia.
Al final, creo que cuando estamos en duelo no se trata tanto de lo que decimos. Por mi propia experiencia sé que ante un dolor que nos parte el alma No hay palabras que la reconforten.
Pero si es muy poderosa la presencia que sostiene, que valida y que se entrega. Sin palabras. a veces ante el dolor no hay nada que decir. lo que se necesita es el abrazo, ser testigos.
Esa presencia honesta y amorosa, ese saber llorar, dar un abrazo o simplemente escuchar es parte de mi kit de herramientas de acompañamiento.
Saludo siempre con una sonrisa y un abrazo porque sé que el vínculo comienza cuando cada persona me contrata. Me siento cerca de las personas, muchas veces les pregunto si puedo darles un abrazo.
No invadiendo su espacio ni haciendo sentirlos incómodos sino simplemente mostrándoles que estoy ahí tanto emocional como físicamente. Eso creo, les muestra que no están solos.
Creo que en terapia confiamos demasiado en nuestras palabras. Explicaciones, sugerencias, instrucciones, incluso usando palabras para ofrecer condolencias y tratar de consolar.
Y sí, las palabras son una gran parte de nuestro trabajo, pero también debemos reconocer que el simple hecho de estar ahí, el tiempo dedicado, la atención plena es fundamental.
Porque en situaciones de profundo dolor, las palabras nunca son suficientes.